Filípides fue, si se puede decir, el creador de la Maratón.
En primer lugar, se discute si Filípides fue realmente una figura histórica o legendaria. La realidad es que la educación griega de esa época consideraba fundamental el deporte y las carreras de fondo. Como entrenamiento militar se practicaba la carrera de hoplitas, en la que los soldados corrían cargados con todo el equipo, incluyendo casco, coraza, escudo, lanza y espada. Los mejores eran escogidos para el apreciado cuerpo de hemeródromos, mensajeros en tiempo de guerra y en tiempo de paz.
En el año 490 a.C, durante la guerra greco-persa, rey persa Darío I ordenó a su ejército atacar a los griegos. Sobre la llanura de Maratón, a 38 kilómetros de Atenas, se alineaban los dos ejércitos, el persa y el ateniense. El primero, extenso, capitaneado por Mardonio. El segundo, más reducido, pero reforzado con un pequeño contingente de Platea, al mando de Milcíades, quien por todos lo medios intentaba que los espartanos se sumasen a la alianza antipersa. Según el relato usual, para conseguirlo, Milcíades le encargó a Filípides recabar ayuda y éste en dos días recorrió los 246 kilómetros de ida y vuelta a Esparta para traer una respuesta positiva pero dilatoria. A pesar de ello, los atenienses consiguieron la victoria en Maratón, pero la flota persa seguía intacta dirigiéndose a Atenas. Milcíades decidió nuevamente enviar a un hemeródromo hasta Atenas para pedir a la ciudad que resistiese hasta que llegase con su ejército. Eran cerca de 50 kilómetros de marcha y al llegar el mensajero murió. ¿Era Filípides?
Posiblemente no. Unos 30-40 años tras ocurrir los hechos el gran historiador griego Herodoto relataba la historia de Maratón y se refería el primer viaje a Esparta por parte de Filípides pero no indicaba nada respecto al segundo. El historiador romano Plutarco, 500 años tras los acontecimientos, mencionaba el segundo trayecto, atribuyéndoselo a Tersipo, otro popular hemeródromo. Por el contrario, cien años después de ello fue cuando, por primera vez, Luciano le asignó a Filípides la carrera Maratón-Atenas.
El resto es bien sabido. El poeta Robert Browning escribió, en 1879, el poema “Filípides”, un motivo que inspiró al barón Pierre de Coubertin para iniciar los nuevos Juegos Olímpicos e instituir la carrera de 42.195 metros llamada maratón. Pero esta mítica carrera de 42 km en recuerdo del mítico trayecto Maratón-Atenas históricamente está menos acreditada que la acreditadamente realizada entre Maratón y Esparta.
En 1982 un equipo de cinco militares británicos, al mando del coronel John Foden, consiguió repetir la hazaña del trayecto Maratón-Esparta-Maratón. Y también, desde 1982, cada septiembre se celebra una carrera anual desde Atenas a Esparta, el espartatlón, través de 250 km de campiña griega.
MUERTE SÚBITA
Se tratase o no de Filípides, el caso del hemeródromo que murió en Atenas tras el esfuerzo realizado por un corredor, es el primer relato de una muerte súbita cardíaca. Desde entonces se han sucedido multitud de casos de atletas de pruebas de resistencia que han sufrido complicaciones cardíacas. Concretamente, se estima que el riesgo de muerte súbita para un participante de una carrera de maratón alcanza la cifra del 0,8 por 100.000. Y, frecuentemente, ello sucede sin previa existencia de etiologías tales como cardiomiopatías hipertróficas, anomalías de arterias coronarias o ateroesclerosis coronaria, a las que pudieran atribuirse el hecho.
Ante ello, es obligada la pregunta de que si el entrenamiento que realizan los maratonianos puede ocasionar algún tipo de patología cardíaca específica. Como respuesta a la cuestión, los doctores Trivax y McCullogh del William Beaumont Hospital de Michigan y del Providence Park Heart Institute de Michigan, acaban de publicar un artículo en la revista Clinical Cardiology, defendiendo esa posibilidad, analizando sus características y proponiendo que esta nueva entidad patológica conocida sea denominada cardiomiopatía de Filípides.
HECHOS
El entrenamiento para el maratón difiere drásticamente entre los participantes en cuanto a días de la semana, distancias, y períodos de recuperación. Por ello, los corredores de maratón tienen diferentes niveles de aptitud al inicio del estudio para la carrera. Sin embargo, en todos los casos el corazón se enfrenta con un aumento de la presión y con una sobrecarga de volumen a lo que responde aumentando el tamaño de la cámara del ventrículo izquierdo, su grosor y su masa.
Correr un maratón propicia varios factores favorecedores de lesión cardiaca, incluyendo un aumento de la liberación de catecolaminas, con la vasoconstricción coronaria resultante, el aumento del ritmo cardíaco que conduce a la disminución del tiempo de llenado diastólico de las arterias coronarias, el aumento de la demanda de oxígeno, cambios en el metabolismo de ácidos grasos libres, acidosis láctica y trastornos de acidosis metabólicos.
Por ello, en algunos individuos susceptibles, incapaces de ajustarse a las exigencias de la dureza de la carrera de maratón y al aumento de la precarga y la postcarga del corazón derecho, su corazón, comienza a dilatarse y extenderse en respuesta a esos cambios hemodinámicos, que suelen ser más pronunciado en las personas con menos entrenamiento. En las imágenes de resonancia magnética cardiaca se observa una dilatación cardiaca derecha así como hipocinesia después de un ejercicio prolongado y vigoroso. También se liberan numerosos biomarcadores cardíacos, entre ellos mioglobina, troponina I cardiaca, creatina quinasa, creatina quinasa específica de miocardio, y péptido natriurético tipo B, así como otras muchas alteraciones que tienen lugar. Estas alteraciones y sus consecuencias de perfusión/reperfusión favorecen la aparición de fibrosis cardiacas que pueden ser el sustrato probable de las taquiarritmias ventriculares y de la muerte súbita.
Por ello, los autores del artículo comentado recomiendan la instauración en todos los maratonianos de un adecuado control médico y la posible inclusión de la resonancia magnética cardiaca como una prueba diagnóstica de elección para esta condición bautizada, posiblemente sin una base histórica sólida, como cardiopatía de Filípides.